Comer en Veggie Penguin es como ir a casa de amigos, de esos que te van preparando la cena o el almuerzo frente a ti. La cocina domina todo el pequeño espacio, está completamente abierta. Me pareció genial ver desde mi mesa volar las ollas, remover las sartenes o abrir la nevera, mientras esperaba que trajeran nuestros platos.
Los platos, por cierto, eran estupendos. Batatas locas, risotto, pasta al pesto y tarta de selva negra.
Siempre digo lo mismo; da igual si eres vegano o no. Estos platos merecen la pena, porque están sabrosos, porque es cocina hecha con dedicación y detalle. Y porque los precios son igual a cualquier otro local de sus características no vegano.
Y porque comer bien y sano siempre mola. No hay excusas.